De maquillajes y trampantojos
Nada más natural que un rostro limpio. O casi. De por qué nos pasamos la vida tratando de sublimar esa idea a base de prebases, bases, correctores, polvos de sellado y demás cosméticos
Lo que son las cosas. Hace exactamente dos semanas, cuando pulsé el botón de enviar de la anterior newsletter, ya había decidido que en esta que ahora tienes entre manos hablaría de la falacia del maquillaje natural.
Dos semanas, en tiempos periodísticos, es una eternidad. Y, por supuesto, perdí cualquier oportunidad de scoop opinativo cuando Carlos Madrid entrevistó en SModa a Daphné B. a colación de su libro Maquillada, editado por blatt & ríos, que entregó perlas como: “Ovidio ya hablaba del maquillaje como algo que se debe usar en secreto. Algo vergonzoso. De hecho, las mujeres se ven obligadas a desempeñar papeles paradójicos, como el de madre y el de puta. Esto es también lo que está implícito en el ‘look de maquillaje sin maquillaje’. Queremos maquillaje que no lo parezca. Lo criticamos porque creemos que esconde algo, pero también pedimos a las mujeres que lo usen mientras ocultan el hecho de que lo llevan puesto. Una hipocresía total. En este sentido, sería subversivo lucir maquillada, asumir el rubor, el labial, el khol”.
Desde hace un tiempo reflexiono en cuál es el rol real del maquillaje en la sociedad actual. ¿Nos maquillamos por placer o por exigencias del guion? ¿Decimos que es por placer cuando, en realidad, lo que ocurre es que tenemos totalmente interiorizadas las estructuras patriarcales? ¿Criticamos a quien no usa maquillaje o, aún peor, lo usa de una manera poco sexi o provechosa? ¿Aceptamos alguna vez que nos maquillamos con la intención de camuflar, esconder o mejorar alguna de nuestras facciones (esto es, que no estamos conformes con cómo son de manera natural)?
Pienso en mi casuística personal, ya me contarás si te ocurre lo mismo, y acabo por admitir que hay una parte de contrato social en mi uso de maquillaje, y otra de diversión. Me gustan los colores. Me gustan los labios rojos desde primera hora de la mañana. Me gusta que las sombras de ojos en colores cálidos (rojos, rosas, naranjas) inunden la mirada sin pedir permiso ni perdón. Me gusta que mis pestañas superiores, de punta a punta, lleven una máscara negra que me ayude a alargarlas. Y, al mismo tiempo, no escatimo en corrector, que distribuyo sobre el párpado con un pincel grueso, de fond de teint. Todo eso lo hago antes de salir de casa para cualquier evento, incluso antes de ir a trabajar, robando minutos de sueño, un bien valioso cuando tienes un bebé que se despierta cada poco rato demandando a mamá. A esas horas intempestivas en las que me maquillo, ¿lo hago por placer o porque creo que no puedo ir sin maquillar? No me gusta ninguna de las respuestas que me doy a mí misma porque, de algún modo me hacen sentir que mi narrativa no depende enteramente de mi espíritu festivo.
El scoop del tema (el maquillaje natural), se me acabó de hundir cuando el sábado, en la gala de los Goya, la actriz Sara Sálamo generó decenas de hilos de Twitter y un buen puñado de noticias en los medios digitales. ¿La razón? Que no llevaba maquillaje. “Con este gesto solo quisiera reivindicar la naturalidad y la aceptación de uno misma para que podamos sentirnos cómodas sin artificios. Y que el maquillaje, la moda o la belleza sean un accesorio y un juego, sin volvernos víctimas de ello”, aseguraba en su cuenta de Instagram. Yo lo primero que pensé es que ella, como madre, sí que había optado por rascarle tiempo al sueño, la verdad. Y, aunque parta de unas facciones privilegiadas, me pareció lo suficientemente valiente como para acudir en disidencia a un evento en el que todo el mundo la iba a valorar por su estética (de eso te hablaré en otro momento, que también me interesa).
“Erigirse en modelo de belleza desde ‘lo natural’ levanta más frontera de clase que desde el maquillaje. Tenemos acceso al maquillaje, no al resto de sus privilegios”, resumía en un tuit la siempre lúcida Alba Correa. Lo cierto es que Isabel Coixet, que entregó a Juliette Binoche su Goya Internacional, no llevaba ni maquillaje, ni peluquería (y una chaqueta de segunda mano customizada por Elena Scilinguo que denuncia la muerte de Mahsa Amini)… y nadie dedicó ni un minuto a juzgar su ‘valentía’, ‘rebelión’ o ‘atrevimiento’ (va todo en aspitas, porque es como definieron lo de Sálamo los medios). ¿Es porque Isabel Coixet no está en ese rango de talla o edad que el patriarcado considera ‘deseable’? ¿Es porque ha superado ese techo de cristal femenino de ser valorada por la estética?
Por eso resulta peligroso ese deseo tan extendido de salir a la calle con un maquillaje natural. Que no se note. Que camufle. Que corrija. Que me ponga buena cara. Porque el maquillaje o es diversión o es patriarcado. Y a veces es ambas cosas a la vez. Y, ojo, que soy la primera que se autoengaña cada mañana. No me gusta salir con ojeras, y aplico, con el ojo aún a medio abrir, lentamente el concealer (este, de L’Oréal Paris, por cierto, es mi favorito), mientras pienso en cómo mi chico aún duerme plácidamente porque solo tendrá que ducharse y salir pitando. Sus ojeras no molestan a nadie. A él el primero.
El armario cosmético de… Araceli Ocaña
Fan total de Disney, Araceli Ocaña asegura que se encontró sus primeras patas de gallo en un reciente viaje a Disneyland. Hay lugares peores para descubrirlas.
A Araceli la conozco, como ella misma me recordó hace poco, desde que se usaba el messenger. La he visto crecer profesionalmente, desde escribir novelas divertidas (Todo es posible en América es uno de mis guilty pleasures) hasta dirigir el nuevo Cuore, el que no se basa en humillantes arghs! Y, si no la sigues en Instagram, te la recomiendo, sobre todo los martes, donde despliega todo su arsenal de favoritos (comida, recetas, decoración, accesorios…). Los Martescitos de recomendaciones son religión en esta casa.
¿Qué rutinas cosméticas sigues a rajatabla? ¿Vale el ir a hacerme la manicura cada tres semanas? Es lo único que no perdono, a los cinco días de dar a luz fui a un sitio cerca de casa porque sin las uñas pintadas no me siento yo. Al margen de eso, podría decir que nada más. Tengo una piel muy buena ya de base y sé que algún día dejará de estar tan bien y me lamentaré. Una cosa que siempre hago es cuidar bien el pelo, nutrirlo bien, desenredarlo con cariño y evito secarlo con el secador. Vamos, que para mí hacer lo mínimo ya me parece una gran rutina de belleza. Cuando me das envidia con tus domingos de mascarilla, me doy una y siento ya que es un grandísimo paso.
¿Te gusta maquillarte? ¿Qué productos usas? Me gusta, pero no lo hago casi nunca. Mi opinión es que no sé hacerlo pero gente de fiar me dice que me saco mucho partido cuando lo hago. Antes usaba una CC cream pero ahora estoy fascinada con la Parure Gold Skin, de Guerlain, por supuesto los Terracotta de la misma marca, un colorete que está ya medio roto pero me encanta porque es fucsia chillón (Starscape, de Nars), máscara de pestañas de Marc Jacobs, cepillo de cejas de Benefit, cuando me doy sombra es alguna en tono tierra de Tarte y en los labios la verdad es que me gusta cambiar, pero siempre me doy por si acaso una base con un SuperStay de Maybelline, tengo muchísimos colores, porque no me gusta que pase el rato y el pintalabios desaparezca, se me olvida retocarlo y entonces voy por la vida con el maquillaje a medio hacer. Me encantaría hacerme eyeliner, pero soy totalmente inepta, así que ya ves que me doy realmente cuatro básicos. Ah, y una última adicción cuando me maquillo es darme lo que yo llamo “la movida esa” y es el Lip Injection de Too Faced. Me lo doy con la ilusión de que me deje los labios bien rellenos (spoiler: no ha pasado todavía).
¿Qué es lo que no falta jamás en tu neceser? El SuperStay de Maybelline y luego algún tipo de desmaquillante fuerte para quitarlo porque, si no, pasan los días y ahí sigue (no es que lo haya comprobado, ¿eh? Me lo han contado). La verdad es que cuando me voy de viaje decido meter un millón de muestras de cremas y miniaturas para probar, como si en casa no tuviese varios cajones llenos de productos esperando su momento. Ah, y no me olvido del pelo, la mascarilla, sea la que sea, y el champú en seco, que jamás puede faltar en mi casa; lo uso aún con el pelo limpio porque le da una textura muy apañada.
¿Qué es lo que menos te gusta de la cosmética? Que siempre siento que necesitaría hacer un máster para enterarme de algo. Soy una persona informada, tengo acceso a maravillosos profesionales, y aún así no tengo claro qué tendría que darme, cuándo y cómo. A veces guardo cosas que no sé ni para qué son y otras incluso me las compro pero no las uso por miedo a dar por la mañana algo que sea de noche. Me da vergüenza reconocer esto en público y a veces evito contar que cuando me maquillo tardo tres minutos porque desde que empezaron los tutoriales de belleza online todo el mundo da por hecho que la mayoría de personas seguimos un proceso que dura más de media hora o que sabemos de qué nos hablan cuando nos cuentan los beneficios de un producto o un ingrediente. Algunas no. Afortunadamente has creado esta newsletter para arrojar luz sobre esto y te lo agradezco.
Aquí, algunos de los productos que Araceli Ocaña atesora en su cuarto de baño. No ha mostrado, sin embargo, las cajas de maquillaje y otra cosmética por estrenar. Estamos ante una hoarder tester en toda regla.
¡Recuerda que podemos seguir hablando de maquillaje y otras vicisitudes cosméticas en el canal de Telegram de Pretty in, Pretty Out! Por lo demás, nos vemos dentro de otros quince días. Y por si alguien se me adelanta, te avanzo que pienso hablar de diversidad.
Muy interesante la reflexión... En mi caso, en un momento de mi vida, me maquillaba porque en mi entorno de trabajo todas las compañeras se maquillaban... Luego lo hice para disimular ese acné juvenil a los treintaytantos... Después, decidí dejar de tapar mis granitos... Ahora me pongo rímel y pintalabios porque me gusto así, pero que si tengo que salir de casa con la cara lavada, todo ok.
Por otro lado, mi armario cosmético es bastante raquítico, y agradezco el descubrimiento del SuperStay de Maybelline.
Yo creo que desgraciadamente de Isabel Coixet no se habla porque no es una mujer “guapa” físicamente todo lo contrario que Sálamo que hablarían de ella en cualquier caso. De la Coixet se habla con otro enfoque, nadie va a comentar si lleva o no maquillaje. Es lo que hay! La belleza en sí misma es una tiranía. Me ha gustado esta reflexión mañanera en LUNES!! 🤣