Del negocio de ponernos a remojo
¿Sueñan con ducharse las ovejas eléctricas? O cómo nuestros hábitos de higiene saltaron a la ciencia ficción del 'marketing' cosmético.
Hubo un tiempo en el que se romantizaban los largos baños de espuma. Si has visto alguna vez Pretty Woman (no sé si hay alguien en todo occidente que no sepa algún diálogo de memoria), recordarás a Vivian Ward disfrutando como millonaria en aquella bañera de una suite del Beverly Wilshire, con los auriculares y el walkman puesto.
Como corren tiempos de sequía extrema y de un cóctel explosivo de estrés y prisas, alguien ha decidido que aquella imagen tan bucólica de limpieza y descanso puede sustituirse por la comodidad y frugalidad de una buena ducha. Lo contaba Violeta Valdés en Vogue, en un reportaje en el que analizaba cómo TikTok se ha encargado de viralizar el concepto de ducha.
Más allá de que alguien se preocupe por nuestra higiene (a saber, un gel íntimo, un champú en pastilla, una crema de baño, un acondicionador, etc.), no está de más recordar, como bien hace miss Valdés en su reportaje, que la categoría de aseo supone un 23% del mercado de toda la industria cosmética en España. Eso es… ¡una barbaridad! Y esa barbaridad no se vende sola.
Así que haciendo de la necesidad tendencia y desarrollando nuevos, virales y apetecibles productos (desde emulsiones que dejan la piel reluciente hasta aceites que pasan a leche al contacto con el agua, o peines que desenredan la melena sin haber cerrado aún el grifo), seguimos alimentando la insaciable maquinaria del consumismo voraz. ¿Dónde quedaron las pastillas de jabón de tocador de Heno de Pravia y La Toja? Muy lejos de las que ahora despachan Loewe o Sisley, a más de treinta euros cada una. Preciosas, eso sí.
Esta mañana, mientras pensaba en lo que iba a escribirte y trataba de contener la carcajada mayúscula al ver como nos están metiendo el gol de que la ducha es un hype para conseguir vender más geles de baño (permíteme ese reduccionismo explicativo por el bien de este boletín), me puse a buscar en San Google cuál es la frecuencia ideal de duchas. En Harvard Health Publishing, Robert H. Shmerling viene a decir que, aunque no existe un acuerdo científico, hacerlo a diario es más una convención social que una necesidad. Y ducharse varias veces al día puede poner en riesgo el microbioma de la piel (esto es: la capa de grasa y bacterias que nos protegen), generar sequedad y auspiciar alergias.
Dicho esto, también me parece necesario señalar el downgrade que nos ha hecho la vida: hemos pasado de ambicionar largos baños a conformarnos con unos minutos de relax bajo la alcachofa. Con las previsiblemente cada vez más frecuentes alertas de sequía en España, en nada vuelve el bidet a primera línea de influencia para seducirnos con la magia escondida en un baño checo tres veces por semana.
En el armario cosmético de… Anabel Vázquez
Anabel Vázqu
Anabel Vázquez y su característica sonrisa, que lamentablemente no se consigue (solo) con cosmética.
A Anabel Vázquez la conocí (esto siempre le da pudor cuando lo cuento) en el IED. Yo era alumna y ella, por supuesto, la profesora capaz de enamorarte hablando del tacto de un tejido. Tiene el don mágico de saber comunicar lo que disfruta. Y disfruta muchas cosas. Películas, cosmética (junto con María Martínez es fundadora de Laconicum) y también piscinas. Acaba de publicar un pequeño libro sobre esto último, Piscinosofía, tan delicioso como imprescindible. Ella dirá que no es imprescindible, pero si aún no tienes lecturas de verano, te lo recomiendo. Y a Anabel también, vehementemente. Te aseguro que no te arrepentirás.
¿Qué relación tienes con la cosmética? Mi relación con la cosmética es muy heterodoxa. No soy ningún ejemplo a seguir. Pruebo muchos productos, viajo con frecuencia, me aburro de los que tengo… Esa es la tormenta perfecta para impedir que se asienten ciertos hábitos. Tengo automatizadas y consolidadas la limpieza nocturna y la hidratación de rostro y cuerpo, pero todo lo demás va y viene. Suelo tener siempre una crema potente y voy rotando por el puro placer de cambiar. Ahora estoy terminando Essential Shock de Natura Bissé y creo que volveré a The Cream de Augustinus Bader. Sobre ella, aplico Face Cream de Yellow, que incluye la protección solar; como a la mayoría, me da muchísima pereza usarla, aunque desde que descubrí este cosmético gallego no me la salto. Todo esto es un rodeo para llegar a mi único cosmético imprescindible: el Magic Retouch de L´Oreal Paris. No tengo la suficiente seguridad en mí misma ni la suficiente belleza como sentirme cómoda con las canas de la raíz. Puedo vivir sin sérum, pero no sin este spray.
Además de un algodonero de Sargadelos, Anabel Vázquez tiene todo tipo de cosmética en un orden impecable. Incluido su muy indispensable Magic Retouch, de L’Oréal Paris (que nos ha salvado la vida a tantas).
Llevo años intentando ser constante con las cremas de contorno de ojos, pero termino rindiéndome. Soy bastante cortoplacista y eso es catastrófico a la hora de apostar por ciertos productos o ingredientes (como el retinol) que requieren paciencia y fe. Conozco la teoría, pero soy incapaz de integrarlo. En cambio, el ácido hialurónico y la vitamina C son mis amigos: el Lumilixir de Mabel+Meg une ambos.
Me encantan el cepillado en seco, la exfoliación de la cabeza a los pies y hacerme la manicura en casa cada domingo por la tarde mientras veo una serie. Me da paz.
¿Tienes algún básico favorito?
Pelo: además del mencionado spray mágico, necesito una buena mascarilla como Hair Repair (Sachajuan) y, de vez en cuando, un lavado más profundo, que llevo a cabo con el H07 de Modesta Casinello. He de confesar que estoy bastante enamorada de la línea capilar Abeille Royale de Guerlain.
La novísima línea capilar de Guerlain tiene un lugar privilegiado en su ducha. Por encima de los productos de Sachajuan.
Perfume: Manejo unos veinte básicos (sic). Desde que tengo 18 años siempre tengo Chanel Nº5 cerca, que llevo cuando necesito confianza. Me encantan Cardinal de Heeley y Musc Ravageur (Maurice Roucel) y Portrait of a Lady (Dominique Ropion) de Frédéric Malle. Las fragancias me fascinan; siempre pienso que me estoy perdiendo maravillas y, probablemente, me las estoy perdiendo.
Maquillaje. Cada vez me divierto más maquillándome y me interesa más esta categoría. A diario, encima del tratamiento aplico un corrector (Un-Cover Up 11.5 de RMS o True Skin Serum Concealer de ILIA), una máscara marrón/granate de la colección de Lucia Pica para BYREDO (agotada, lo siento) y un labial, que puede ser Velvet Matte Lip Pencil Misterious Red (NARS), Wanderlust de Ilia Beauty o el brillo EEADT de Hermès. Añado un toque de Terracotta de Guerlain y a la calle. Cuando quiero subir más el tono uso un lápiz de ojos clásico de Chanel (Le Crayon), un stick de BYREDO para mejillas y párpados y unas gotas de The Impossible Glow, de Pai Skincare. Remato el maquillaje con unas gotas de Glow Drops, de Barbara Sturm.
¿Como es tu ritual en la ducha? ¿Manías? ¿Placeres? Saboreo ese momento. Mimo mucho el jabón que uso, me niego a no darle importancia. Me encantan los de Cowshed. En la ducha, aprovecho para exfoliarme y para cantar. Me aplico cada día, sin excepción, crema de cuerpo o aceite. Ahora uso una leche de uvas de Santorini de Korres que compré en Grecia y un aceite de la marca Ena Karo, de Tinos. Me llevan de viaje allí.
¿Hay algo que no te guste de la industria cosmética? La propia retórica cosmética. Manejamos, me incluyo, unos términos y conceptos que se han desgastado. Es repetitiva e intercambiable. Tampoco me gusta el marketing del miedo, los corsés ni las obligaciones. La cosmética es placer y libertad o no es.