El filtro y la idealidad
Sobre por qué las redes sociales y el filtro Bold Glamour de TikTok están haciendo un flaco favor a la autoestima femenina
“El mayor empleo de realidad aumentada no está en los videojuegos, sino en los filtros para el rostro de las redes sociales. ¿El resultado? Un experimento masivo con niñas y mujeres jóvenes”. Así arrancaba, hace ya dos años, un reportaje de la MIT Technology Review en el que se explicaba cómo los filtros de aplicaciones como Instagram, Snapchat o TikTok estaban cambiando la relación que las jóvenes tienen con su rostro, con la belleza, con la autoestima y hasta con la realidad. ¿Qué ha cambiado desde entonces? Muchas cosas, pero todas a peor.
Párate a pensarlo. Esa especie de disfraz digital, pensado originalmente para hacernos sacar la lengua y convertirnos en un perrito que lame la pantalla o ponernos cara de bebé con dos dientes al tiempo que nos cambiaba la voz, ha devenido en la última y perversa herramienta de la tiranía de la belleza. Ahora el filtro coge mi rostro y lo ‘embellece’ quitándole manchas, afilándole el mentón, estrechándole la nariz y cambiando ojeras por un maquillaje digno de profesionales. Soy yo, pero muchísimo mejor. Por si esto fuera poco, la inteligencia artificial ha dado pie a una nueva generación de filtros: los que no se desvanecen al pasar la cara por delante.
Es el caso de Bold Glamour, el viralizadísimo filtro de TikTok que ya ha pasado por la cara de más de cuatro millones de usuarios para kardashianizarla inmediatamente. Estupendo, ya no estamos criando a una generación con riesgo de obsesionarse por la imagen que dan en redes. Ahora, además, la tenemos ansiosa por uniformizar sus gustos estéticos a imagen y semejanza de estrellas de la telerrealidad estadounidense.
Hace ya tiempo que en Silicon Valley saben que parte de lo que ofrecen es potencialmente tóxico para las adolescentes. Está en sus investigaciones internas desde hace años. Pero, en una decisión de capitalismo extremo, decidieron obviar esos riesgos para la salud mental hasta que un medio se hizo eco de lo dudosamente moral de sus decisiones. Las redes han sido (y están siendo) para muchas como ese camello que siempre tiene preparada la siguiente dosis. Heroína para la autoestima en un momento, el formativo, de máxima vulnerabilidad. Tan adictiva como, en ocasiones, mortal.
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Yo también probé el filtro Bold Glamour. Ahí me tenéis.
A mí, que vengo de esa dura universidad de la calle que es el Fotolog, esto de los filtros ya me cogió con el scroll hecho. Aún así los probé y de vez en cuando los sigo usando, pero más como algo lúdico que para cambiar mi apariencia. Claro que me veo mejor. Seguro que tú también. O no y formas parte de la resistencia que jamás se ha presentado al mundo a través de un filtro de Instagram o TikTok. En ese caso, solo te pido una cosa: no es necesario que vengas a mirarnos con condescendencia ni desde una atalaya de superioridad moral. Al fin y al cabo, tampoco es que hayas escalado el Gangkhar Puensum ni has salvado la vida a treinta millones de gatitos.
Otro estudio, este de la City University de Londres, arroja que el 90% de muchachas entre 18 y 30 años han empleado en alguna ocasión este tipo de filtros por la presión que sienten por ceñirse a determinados estándares de belleza. Soy lo suficientemente sénior como para saber de primera mano lo mucho que ha luchado la industria de la moda (entiéndeme, dentro de lo que esta industria considera una lucha) por abrazar una diversidad real para que muchas jóvenes que hasta ese momento no se sentían representadas pudieran enorgullecerse al ver modelos como ellas. No hablo solo de más o menos talla o de un color u otro de piel, sino de estrías, acné, diastemas, vitíligos y hasta neurodivergencia…
Por un momento sentí que el sistema podría realmente abrazar la diversidad. Hasta propuse cambiar el nombre de la sección de belleza de la revista en la que estaba por un concepto más amplio, bienestar. Pero al final la banca siempre gana. Y volvemos a estar (como en tantas otras luchas feministas) en la casilla de salida, ahora decorada con un filtro, el Bold Glamour, que nos vuelve Kardashians mientras nos roba (de a poquitos, en silencio) algo de nuestra propia identidad. Es una lástima que este tipo de reflexiones duren lo mismo que un Story.
El armario cosmético de… Paloma Sancho
Paloma Sancho es tan perfecta que hasta tiene su propio podcast de belleza, La belleza es nuestra.
A Paloma Sancho, que ahora es directora de belleza de Telva, la conocí hace muchos años, y he compartido con ella millones de presentaciones y unos cuantos viajes por Europa. Es una mujer prudente, amable, cariñosa y con una sonrisa siempre instalada en la boca. Además, acaba de lanzar firma cosmetica propia, SKINROUTINE by Paloma Sancho (la encontrarás en farmacias), en la que incorpora una línea escueta pero cargada de los ingredientes que considera más efectivos para su rostro.
¿Qué rutinas no perdonas y cuáles nunca sigues? Llevo a rajatabla lo de ponerme crema solar SPF 50 cada día, usar sombrero cuando salgo a la calle, limpiarme la piel del rostro mañana y noche y usar retinol. De manera esporádica: una vez cada quince días me gusta exfoliar el cuero cabelludo, y aplicar mascarillas de las que te dejas dos horas para una cura intensiva de pelo. Me lo noto superseco desde hace meses. La rutina que me aburre que me mata: todas las del cuerpo me dan tremenda pereza, como exfoliarme y usar cremas o lociones hidratantes. Ni te cuento las de pies: piedra pómez, crema de pies.... horror.
¿Cuáles son los básicos de tu neceser? La Eigh Hour Cream, de Elizabeth Arden, Cicaplast Baume B5, de La Roche Posay, y Biopel. Son todo cremas que te salvan una cicatrización, un post tratamiento o una irritación inesperada.
¿Qué opinas de los filtros de belleza en las redes sociales? Me espanta. Primero porque nos aplican una uniformidad estética irreal y generan una necesidad en la gente más joven que me inquieta. Pómulos prominentes, labios carnosos... Me cuentan los doctores que muchas chicas jóvenes van con esas fotos a pedir rellenos o tratamientos medicoestéticos. Eso no es la medicina estética, que debe ser prudente y personalizada, creo yo.
Dime algo que no te gusta de la industria cosmética. Cuando no es honesta, cuando abusa de los reclamos de marketing alarmistas, cuando se apunta a modas como la sostenibilidad o diversidad de forma incoherente.
¿Por qué has dado el salto de lanzar tu propia firma cosmética? Era mi gran ilusión. Siempre quise crear una marca de belleza desde cero, con los productos que a mí me gustan, los principios activos en los que creo y la estética y diseño que me lo pone fácil. No he descubierto la pólvora (estamos hablando de activos como la vitamina C o el retinol o conceptos como la doble limpieza) pero sí he querido hacer productos de altísima calidad de venta exclusiva en farmacia (mi canal favorito), a un precio razonable y reivindicar que las periodistas de belleza sabemos mucho de la efectividad, del desarrollo de texturas y de cultura cosmética después de tantos años aprendiendo de los mejores profesionales y expertos.