En el pezón está nuestra revolución
La cuarta ola del feminismo o cómo la desnudez de nuestros pechos quiere sacarnos de encima a la mujer objeto para que florezcamos como sujetos
Párate por un momento a pensar en el pezón femenino y en esa obsesión por esconderlo, incluso en las redes sociales, a toda costa. Un trabajo más de pudor para la mujer, como si anduviésemos escasas de obligaciones de género. ¿Acaso tenemos algo de lo que los hombres carecen, más allá de la posibilidad de amamantar y hacer crecer con nuestras propias entrañas a un recién nacido (algo que, por otra parte, no me parece motivo para esconderlo. Más bien al contrario)?
Y sin embargo, ahí estamos, colaborando por acto, obra y omisión en la censura como si lo natural fuese esconder nuestros cuerpos. Nos llevamos las manos a la cabeza ante la simple posibilidad de que una representante española enseñe una teta durante el festival de Eurovisión, no decimos nada cuando detienen a una cantante por levantarse la camiseta mientras entonaba el Como yo te amo y nos escandaliza que la incombustible y ejemplar Eva Amaral (amante de los gatos, de los pájaros e historia viva de la música española) entone Revolución a pecho descubierto en defensa de la libertad.
Habrá quien diga que a dónde vamos a llegar. Que se empieza con esto y se acaba practicando sexo sobre el escenario. Que tamaña exhibición no mejora ningún derecho de ninguna mujer en el mundo. Que es una grosería, un mal gusto, un despropósito. Esos argumentos, además de sexistas, solo ponen de manifiesto el trabajo divulgativo que queda por hacer en las reinvidicaciones de género: es urgente hacer entender a todo el mundo que esos topless musicales solo aspiran desexualizar el cuerpo femenino y hacernos pasar (de una vez por todas) de objetos a sujetos. Repito en cursiva: las mujeres no queremos ser objetos, tenemos derecho a ser sujetos y ser las propietarias de nuestro relato.
Celebro enérgicamente a todas esas artistas con trascendencia pública que airean sus pezones (no erotizados, no pensados para la mirada masculina, igual que lo hacen cantantes como Harry Styles o Iggy Pop) para defender la libertad de los de las demás aún a sabiendas de que, como mínimo, les lloverán críticas. Las palabras de Eva Amaral en el último Sonorama, justo antes de cantar Revolución vestida únicamente con una falda de lentejuelas, son oro: “Esto es por Rocío. Por Rigoberta. Por Zahara. Por Miren. Por Bebe. Por todas nosotras. Porque nadie nos puede arrebatar la dignidad de nuestra desnudez. La dignidad de nuestra fragilidad, de nuestra fortaleza. Porque somos demasiadas. Y no podrán pasar por encima de la vida que queremos heredar. Donde no tenga miedo a decir lo que pienso. Porque hoy es el día de la revolución”. La revolución de ser iguales.
En el armario cosmético de… Carmen Mañana
Carmen Mañana, que comparte con Maria Grazia Chiuri un envidiable rubio platino y un guardarropa monacal.
Carmen Mañana, actual head of content de Glamour en España es nuestra Maria Grazia Chiuri. No es que diseñe (creo que no lo hace, de hecho), pero lleva como nadie el rubio platino.
Mi flechazo con ella llegó hace eones (y parece que fue ayer) cuando ambas trabajábamos en El País y nos apodábamos la una a la otra cuquer, un diminutivo cuqui de cucarachas, porque siempre decíamos que estábamos como cucarachas patas arribas de cansadas. Éramos jóvenes, aún no teníamos hijos y desconocíamos lo que era el cansancio de verdad. Ahora sí que nos lo llamamos con la certeza de que ambas estamos exhaustas. Da igual cuando leas esto.
¿Tienes alguna rutina cosmética? Soy un desastre, pero tengo propósito de enmienda. Sin embargo, hay ciertas cosas con las que he decidido dejar de autoengañarme: no voy a aplicarme anticelulíticos con o sin rodillos, no voy a echarme aceitito en las cutículas todas las noches y no voy a ponerme mascarillas en la ducha que requieran más de un minuto. Las limpiezas faciales me suelen sentar muy bien, pero si me hago dos al año ya estoy batiendo récords personales: mi objetivo es llegar a una al trimestre. Lo sé, lo sé. Es la nada, pero vamos poco a poco. En invierno, alterno retinol y ácido hialurónico por las noches y me creo superexperta nivel Agnès Teixidó. Devota, solo soy de las croquetas de Nacho Manzano.
¿Sin qué básicos cosméticos no podrías funcionar?
Essence Absolu de Shu Uemura. Tengo el pelo como las cerdas de una escoba vieja -grueso, poroso, encrespado, teñido- y poco tiempo. Ese aceite para después del lavado me salva de parecer Grace Coddington (ojalá parecerme aunque fuera un poco en todo lo demás).
Gradual Tan Classic de St Tropez. Mi color natural es ‘Merluza congelada’ y no me pongo morena. Gracias a este autobronceador consigo un color de ser humano vivo. Además, al ser gradual, si cometo algún desaguisado no se nota mucho ¡Y es reafirmante! Lo tiene todo, oiga.
The Rich Cream, de Augustinus Bader. No es barata, pero deja esta piel casi como si durmiese las horas necesarias, no tuviese estrés y no hipergesticulase.
Eau de Beauté de Caudalie. ¿Alisa y da brillo al rostro como promete? Pues no lo sé, pero sé que me hace sentir genial cuando me la aplico. Me da la impresión de que la piel se calma y se aviva al mismo tiempo. Ya sé, ya sé. Pero como uno se siente es más importante que como uno se ve.
Tetas fuera, ¿por qué hay que reivindicarlo? Porque han conseguido convencernos de que el cuerpo de la mujer es algo tabú, siempre insuficiente, una fuente de culpa y frustración constante, y hay que rebelarse contra eso con todas nuestras fuerzas, aunque cueste y aunque no lo consigamos siempre. Enseñar las tetas sigue siendo un acto político: dejará de ser reivindicativo cuando deje de provocar rechazo e indignación en una parte de la sociedad. Cuando Susana Estrada recogió un premio de manos de Tierno Galván con los pechos al aire nos pareció un escándalo y un signo de modernidad casi a partes iguales. Era 1978. Más de cuatro décadas después, Amaral o Rigoberta Bandini siguen recibiendo insultos, amenazas y desprecio. Y se sigue hablando de su ‘destape’ en los telediarios. Hay que hacérselo mirar.
¿Hay algo que no te guste de la industria cosmética? Empecemos por una sola cosa: no me gusta que durante décadas y aún hoy hayan construido un ideal de belleza inalcanzable (empezando por el retoque digital al que someten las imágenes de sus campañas) que ha hecho que millones de mujeres en el mundo se sintiesen insuficientes y excluidas. En esto los medios de comunicación hemos tenido también mucho que ver. ¿Nos pasará factura? Lo veremos.
BONUS TRACK: ¿Por qué te has dejado el pelo rubio y cuál es el cuidado que le das? Tengo muchísimas canas desde muy joven y cuando llevaba el pelo castaño (con mechas californianas) tenía que teñirme la raíz como mucho cada tres semanas, y esos siete últimos días no aguantaba sin el spray tapacanas de L’Oreal: era como si me hubiesen pintado la raya del pelo con una tiza blanca y me hacía sentir insegura. Mi peluquero (Manu Guillén, de Nim Salón) me dijo un día: ‘Tú vas a acabar rubia, te puedes resistir, pero va a suceder’. Así que como ya me había teñido de mil colores a lo largo de los años y estaba literalmente hasta el moño, me lancé al platino. Al principio, no reconocía ni mi reflejo en los escaparates, pero es muy cómodo: puedo pasarme hasta cinco semanas sin teñirme (aunque no suelo estirar tanto) y la raíz negra (o gris) sobre pelo rubio me gusta y no me produce esa sensación de desaliño que me daba cuando era al revés. Ahora me veo favorecida e incapaz de volver al castaño.
Absolutamente genial