Hace no mucho, recibí un correo de una lectora que se quejaba de la falta de compromiso animal de quienes comparten conmigo sus rutinas cosméticas. Por cuestiones de privacidad, no compartiré su nombre, pero sí algunas de sus interesantes palabras: “Llevo un tiempo siguiendo esta newsletter extrañada de que entre tanta mujer actual, moderna, formada, al día y supuestamente comprometida con la sociedad, no hubiera ninguna que comentara que sus elecciones cosméticas tenían en consideración la experimentación en animales, es decir, que fueran "cruelty-free". Ha sido una grata sorpresa ver que esta vez era uno de los criterios de selección, sin embargo mi gozo en un pozo: La Roche Posay experimenta, Vichy experimenta, L'Occitane experimenta…”. En un largo correo electrónico, le agradecí que compartiese conmigo sus reflexiones y, sobre todo, que me pusiese a pensar en el asunto.
Llevo desde entonces, y ya van varias semanas, dándole vueltas a un tema que, como le dije, es muy difícil de saber a ciencia cierta. Casi imposible. Las empresas cosméticas en Europa no testan en animales (poner el logo cruelty free aquí, por lo tanto, es una estrategia de marketing), pero algunos de sus proveedores sí que tienen que pasar rigurosos exámenes en animales para químicos que solo se usan en cosmética. Además, cuando los grandes conglomerados se acercan a mercados tan jugosos como Rusia o China, algunos productos han de pasar pruebas animales (aunque cada vez menos, porque también el gobierno chino está modificando su legislación). ¿Es posible que una multinacional que tiene veinte marcas haya hecho pruebas sobre vertebrados en tan solo una de ellas y el resto sean ‘cruelty free’? Es posible, pero a ver quién es el listo que separa el grano de la paja. Y, visto lo visto con las etiquetas ambientales, confío lo justo en grandes empresas animalistas que cobran un potosí por certificar con un conejito (o cualquier otro logo que se te ocurra) que ninguna especie ha sufrido en el camino a nuestra eterna juventud.
De cosmética formulada con ingredientes derivados de animales ni hablamos.
Del daño provocado a animales tras estar en contacto accidental con la cosmética que llevamos puesta, tampoco.
De repente, empecé a pensar en la cadena de suministro y la difícil trazabilidad de los ingredientes cosméticos (aún me maravillo con el esfuerzo titánico que está haciendo Guerlain en ese sentido, aunque solo sea con sus materias primas más destacadas); las huellas hídrica, de carbono y ecológica de los mismos; el tipo de mano de obra y el impacto social de las extracciones, cultivos etc. Y pensé de nuevo: ¡es imposible! La crueldad animal es tan solo la punta del iceberg de una industria sin visos de transparencia, poco sostenible y en ocasiones (esto no viene al caso, pero lo calzo por si se te había olvidado) perniciosa para la autoestima femenina.
Cegadas por la impunidad de su total opacidad, las marcas cosméticas se llenan la boca con conceptos como la clean o la natural beauty de una manera tan ‘generosa’ con su propio ego que hasta los grandes medios, como BoF ya han empezado a darles un toque de atención. No se puede ser tan buenas sin demostrar nada. A partir de una INTERESANTÍSIMA aunque limitada encuesta (con más de 239 marcas) de la plataforma de sostenibilidad Good on You se ha sabido que aunque el 90% de perfumes comparte una lista de ingredientes, el 72% no la desgrana de manera adecuada (poniendo en riesgo la salud de quien los use); el 84% no toma medidas públicas para garantizar salarios dignos en todas sus cadenas de suministro; el 78% no ha certificado que sea ‘cruelty free’, a pesar de anunciarse como tal; el 80% no divulga sus avances en los compromisos de reducir gases de efecto invernadero; y si bien el 15% de las marcas ofrece productos recargables en más de un tercio de su oferta, solo el 2% realiza seguimiento a las compras recurrentes, lo que siembra dudas sobre el impacto de estas iniciativas en el mundo real.
Estamos lejos, muy lejos de que nuestra industria cosmética sea cruelty free. Whatever that means.
En el armario cosmético de… Ana Muñoz
Dos cosas tiene Ana Muñoz que la hacen diferente a todas las demás personas del planeta: unos labios perfectamente definidos enmarcados en un rostro con una piel de escándalo, y un pelo rizo que crece ajeno a la gravedad y baila al compás de sus andares desenfadados. Es una diseñadora de diez, y aún cuando hay marejada en las oficinas (y créeme, nos hemos visto en un par), mantiene la sonrisa y el talante. Eso no es trabajo sencillo. Por eso, y por muchas otras cosas, me gusta mucho recibirla en esta pequeña mirilla de rutinas de belleza.
Háblame de tus rutinas cosméticas. Creo que mi mayor rutina de maquillaje es la hidratación. Es algo que hago desde temprana edad y no tengo marcas favoritas, voy probando. Durante mucho tiempo me gustó Vichy, y ahora cambio a menudo... no tengo grandes rutinas... En cuanto a limpieza, en la ducha me encanta usar texturas jabonosas o con base de aceite. He de reconocer que incorporé bastante tarde a mi vida lo del protector solar a diario (lo sé, lo sé, mal, mal) y hace poco que he empezado a ponerme el tónico antes de la hidratante. Alguna vez me da por recurrir a la vitamina C por la mañana (Powerful-Strength Line-Reducing Concentrate Serum, de Kiehl’s, es es el producto que más me ha gustado de los que he probado, pero no soy nada constante). Para contorno de ojos, me gusta bastante Life Plankton™ Eye Cream, de Biotherm. Sobre retinol, hialurónico, niacinamida… estoy virgen, a veces pienso que debería empezar, aunque como ya llego tardísimo a todo no le doy mucha vuelta. Me puede la pereza. La verdad es que debo agradecer a la genética que por ahora tengo bastante bien la piel para el poco caso que le hago. Uso algún exfoliante de vez en cuando y también alguna mascarilla. Me encanta La BB Seaweed de Lush. Se conserva en la nevera y es súper gustoso ponértela, al retirarla deja la piel muy, muy suave. Una cosa sin la que no puedo vivir es el bálsamo labial, ahora estoy usando uno de The Body Shop, de mango (muy económico, además), que hidrata mucho y huele genial. El Hydra Beauty Nutrition, de Chanel, es increíble.
Con respecto al maquillaje, no uso base casi nunca, porque me gusta cómo se ve mi piel sin nada que la tape. Si solo pudiese elegir un producto sería el colorete. Últimamente apuesto por el Benetint y el Posietint, ambos de Benefit. Pero no dejo de lado los de la gama Powder Blush de MAC en tonos rosas. Mi segundo favorito sería una barra de labios, casi siempre roja, adoro las que tiran a granate. Desde luego, eso sí que te levanta una mala cara, un mal día y casi hasta un look regulero... Alguna vez me atrevo con un marrón oscurísimo, que no es tan fácil pero que me tiene bastante cautivada. Siempre uso un pincelito de labios para ello, creo que el resultado es muchísimo mejor que cuando lo hago solo con la barra. Los alterno con alguna cosa más suave, como el FentyGloss Bomb Universal Lip Luminizer de Fenty). He empezado a usar concealer (el Pro Filt’R Instant Retouch de Fenty) pero hace muy poco, como desde el año pasado, y la verdad que diría que hace bastante magia con la mala cara. En cuanto a la mirada, me gusta mucho el eyeliner negro, pero tengo bastante alergia, me llora mucho el ojo con el frío y al final lo uso muy poco porque acabo como un panda... y con la máscara de pestañas, más de lo mismo. Estoy por probar el lifting de pestañas, a ver qué tal me va.
Lo que sí me gusta a veces es un toque luminoso en la mirada, como en el lagrimal. Uso unos polvitos de Zara metalizados y, en momentos especiales, una sombra oscura (para evento por la noche, sobre todo). Y un punto de iluminador. Estoy recurriendo al Beauty Light Wand de Charlotte Tilbury. Me costó bastante manejar el aplicador, pero ahora estoy encantada.
Algo imprescindible y que uso a diario es el gel fijador de cejas 24-HR Brow Setter, de Benefit.
El pelo lo tengo muy muy seco. Me va superbien toda la gama Hydration Regimedy, de ICON, con mención especial para el Inner. La verdad, he probado método curly y no es para mí. Estoy acostumbrada a ver mis rizos más naturales, digámoslo así. Y también me gusta un poco el punto encrespado, no tengo problema con eso. Hago una rutina supernormal: uso productos hidratantes en la ducha y desenredo siempre con el pelo mojado. Una vez fuera, me funciona muy bien Sebastian Potion 9 y soy bastante fiel al aceite India, de Icon.
En cuanto a perfumes, diría que me apasionan los empolvados y florales. Algunos que me gustan mucho son Narciso Rodriguez Eau de Toilette, Miss Dior (tienen una bruma para el pelo que me fascina), Misia de Chanel y todo lo que sea de Guerlain. Me encanta el olor, también de los cosméticos, a violeta, me parece maravilloso...
Producto favoritísimo para llevar a una isla desierta. Weleda Skin Food Body Butter. Esta versión mucho más untuosa que la original me ha conquistado. Sé que es para cuerpo, pero es que hasta en la cara me encanta la sensación que deja, nada pringosa. Se absorbe superbien y rápido, y tiene un olor espectacular a hierbitas...
Producto con hype que fue un total bluff. Diría que el tratamiento de aceite de Moroccanoil. A mí no me hidrata suficiente.
¿Qué importancia tiene para ti, a la hora de comprar productos, esto de “no testado en animales”? No me gusta nada el uso de pruebas en animales para testar los productos. Entiendo que tienen que ser seguros para salir al mercado, pero creo que lo suyo es utilizar pruebas alternativas que sean efectivas para los controles sin causar sufrimiento a ningún animal... También reconozco que si me gusta un producto a veces no investigo si esa marca es cruelty-free o no lo es...
¿Qué es lo que menos te gusta de la industria cosmética? Cada vez intentan tener adeptas más jóvenes. ¿Mascarillas faciales infantiles? ¡Por favor!
Gracias por tocar este tema. Para mí, desde hace veinte años, ha sido lo más importante a tener en cuenta en mi neceser. Por eso al principio ni me maquillaba. Luego llegaron LUSH, Kat Von D, sacó The Body Shop maquillaje, ahora tenemos también a Saigu Cosmetics… pero es difícil, como tú bien dices. Cubrí el escándalo de Vivotecnia y fui portavoz del grupo de comunicadores y activistas que nos reunimos delante del laboratorio para protestar. Muchas de estas pruebas sabemos que son innecesarias pero no hay casi voluntad para cambiarlas porque la realidad es que el tráfico de especies - también para experimentación-, es uno de los mercados más lucrativos que hay. En mi caso, como muchas otras personas veganas, solo hago excepciones con los medicamentos. Y eso a veces ha incluido una marca tópica para una dermatitis, por ejemplo. Es una putada, y ojalá cambie pronto todo, pero al menos podemos tener mejores conversaciones sobre este tema. Gracias por ponerlo encima de la mesa 💜🫂
Me gustan los análisis de Paloma Abad, siempre bien pensados antes de ser publicados, "obliga a leer con verdadera atención", el tema de la cosmética y las pruebas en animales es de suma importancia, hay que ver quien miente, quien no, y quien simplemente, lo ignora.