No pasa nada si te caigo mal
Ser adulta es entender y aceptar que ofender a los demás (aunque no hayas hecho nada para ello) también forma parte de la vida.
A todas nos ha pasado. Pero también te digo que en un determinado momento de la vida yo decidí soltar lastre. Afortunadamente, entendí que tampoco es tan tan tan necesario caerle bien a todo el mundo. Ni siquiera a la mayoría de la gente, si me apuras. Párate a pensarlo: no hay ni un solo Premio Nobel de la Paz que haya logrado alcanzar semejante consenso de amor entre toda la población mundial, así que, ¿por qué demonios voy a exigirme yo ser Miss Simpatía y Miss Pongo la Otra Mejilla (como me enseñó el patriarcado) para que todo vaya bien? ¡Que arda Troya!
Leía hace poco un reportaje sobre el asunto en Ethic (firmado por Esmeralda R. Vaquero) que me dejó pensando. Aseguraba que la necesidad de tratar de agradar a los demás hunde sus raíces en los vínculos que desarrollamos en la infancia. Si el apego es seguro, como dirían ahora las madres millennials, nuestro bienestar adulto será mayor y desarrollaremos una saludable tolerancia a no ser siempre aceptadas ni aprobadas. Te lo digo desde ya, por si te es útil: la validación ajena está sobrevaloradísima. Una viaja más liviana sin estar todo el tiempo pensando en cómo juzgarán los demás sus acciones. Mientras tú estés convencida, no importa la mirada externa.
Es cierto que ser popular en edad escolar es un bombazo para la autoestima, pero el chute no es necesariamente positivo a largo plazo. Además, algunos estudios aportan matices a esta afirmación: no es tanto la popularidad como la aceptación social lo que los adolescentes necesitan para florecer. Encontrar compañeros que los entiendan, con los que puedan dialogar y comenzar a desarrollar emociones y vínculos que les serán muy útiles en el (aparentemente) lejano futuro de la edad adulta. Es decir, si te gusta pintar soldaditos (o, para el caso, escuchar música gótica), te sentirás cómoda con amigos o amigas que se zambullan sin fisuras en el tema. En el fondo, eso es la aceptación social.
Creo que hay que desterrar de una vez por todas la idea paternalista de que debemos caminar por la vida de puntillas para no ofender a nadie. Tratar bien a todo el mundo para que te traten bien. A ver, a estas alturas ya sabes que eso no funciona así. Por mucho que te empeñes, la gente puede llegar a ofenderse sin que hayas hecho nada. Hay a quienes tu mera existencia ya les parece una ofensa. Porque eres mujer, porque eres lesbiana, porque eres negra, porque estás gorda, porque te has dejado de teñir las canas, porque no te has arreglado las uñas… En esos casos, toca soltar lastre, respirar profundo y acariciar la idea de que no caer bien según a qué personas es, en realidad, un alivio.
En el armario cosmético de… Rab Messina
A Rab Messina la conocí en una de mis otras vidas. Dominicana global, es una de las personas con las voces más cálidas que he conocido. Eso no significa que sea dócil: su carácter intrépido la ha llevado a trabajar por medio mundo y a día de hoy sigue tratando de mejorar el entorno que habita. Experta en diseño y arquitectura, productora editorial, investigadora y curadora de industrias culturales, consultora museológica… una conversación con ella es lo mejor que le puede ocurrir a tu pensamiento crítico.
Hablemos de rutinas... Voy a ejercer mi derecho a no gustarle a los demás diciendo algo que quizás no esperabas: tras pasarme desde los 14 años comprando cuanto pote y menjunje promisorio veía en internet o en viajes a Europa y Asia, ahora me encontré sin darme cuenta aplicando la visión Duna Parte Dos al cuidado de la piel. Dígase: reparé en que, con planificación, los efectos prácticos pueden producir mejores resultados que los efectos especiales. Por eso me he dedicado en estos dos últimos años a realizar cambios circunstanciales para evitar antes en vez de tratar después. Me explico: aun en la treintena me veía con acné en la zona de la mandíbula, que se entiende es de origen hormonal. Yo lo trataba con tanto parchecito coreano apareciera, o con ácido salicílico de Paula's Choice o de The Ordinary. Al final, ¿sabes qué me dio mejor resultado? Leí en Reddit que la pasta dental —yo uso Sensodyne— tiene un efecto comedogénico inmediato, por lo que recomendaban cepillarse y luego lavarse la cara, en vez de al revés. ¡Santo remedio! Aparte, me entrené para dormir sobre mi espalda en vez de sobre mi costado, y eso también ha disminuido el roce con la contaminación de la almohada. Para la cuperosis de mis mejillas, también estaba comprando bálsamos de todo tipo —que si Avène, que si una marca exclusiva de uno de los centros dermatológicos más costosos de Santo Domingo— para evitar que se rompieran más vasos capilares... y me di cuenta de que no solo ha parado, sino que casi ha involucionado, desde que comencé a rechazar clientes desorganizados. Cliente que manda pautas o documentos importantes por WhatsApp, cliente que recibe un video gracioso de un meme colombiano donde la chica dice: "Todo por e-mail". Cliente caprichoso cuyos cronogramas se retrasan por negligencia, cliente con el cual no vuelvo a trabajar. Al final, el ingrediente activo que necesitaba era no disparar mi estrés durante las tantas horas que paso trabajando. He llegado al enorme lujo de disfrutar casi plenamente todos los proyectos de mi trabajo como consultora del sector cultural y productora editorial, y mi carrera se refleja en mi cara. ¡Ah! Y te cuento de mi cuerpo: yo solía tener acné en la espalda, y de tener el pelo por la cintura, pensando que era el acondicionador, he pasado a tener un corte casi al ras del cráneo... ¡Y ni así funcionó! Pero entonces sucedió algo gracioso: me enteré de que la tienda en línea de Korres tenía especiales [rebajas], y como buena enfermita aproveché para probar varios de sus productos. No he podido confirmar cuál es la combinación proporcional de ingredientes en la formulación de su gel de baño, pero me di cuenta de que cuando lo usaba, el acné paraba —y aparte sin resecarme la piel, como sí me sucedía cuando usaba jabones corporales con ácido salicílico—. Es que no te imaginas: ya no me sale nada, y gracias a esa tregua he podido tratar la hiperpigmentación posinflamatoria con el ácido glicólico de The Ordinary y el resorcinol que venden en el Instituto Dermatológico Huberto Bogaert, un centro de salud público acá en Santo Domingo que vende sus propios productos a bajo costo, por lo cual esa marca carga la percepción de baja calidad. Y ahí viene el otro cambio que he hecho: yo estaba desde hace 15 años metida en Corea del Sur llenando la maleta de productos de cuidado de la piel. Cuando vivía en los Países Bajos y tenía que cruzar a París con frecuencia, mi peaje era la academia de Biologique Recherche en los Campos Elíseos. Yo depositaba mis esperanzas de efectividad en el precio de los productos que compraba... pero ni Eve Lom ni Barbara Sturm me han dejado la piel como Huberto Bogaert. He aceptado que, si bien soy una obsesa que desearía tener una bandejita de productos dermatológicos #estéticos, hacer las paces con mi autovaloración es esencial —el precio de los menjunjes no determina el valor de quien los usa—. Porque, seamos serias: Veblen se divertiría viendo cómo nuestros potes en el baño son, grupalmente, un bien de ostentación. Por eso, si antes usaba el A-Passioni de Drunk Elephant sin ver muchos resultados, hoy uso un Retiderm en gel que aparece en cualquier farmacia dominicana por el equivalente de 8 euros. Acepté que no existe crema de peinar de JVN o de Kérastase ni exfoliante capilar de Christophe Robin que haga mejor trabajo de moldear sin engrasar mi pelo que el acondicionador sin enjuague de Solo Coquette, una marca dominicana —de precio barato y nombre que la hace sentir todavía más barata— que utiliza el abundante coco de esta tierra para la formulación de sus productos capilares. Así que esta bandejita de productos faciales que tengo ahora es, en efecto, la presentación potecística menos #estética que he tenido en mi vida... pero la que más tranquilidad me ha traído. Así que, si bien podría recomendarte varios de los mejores productos que han pasado por mi repisa de baño desde mis 14 años —cuando pensaba que iba a estudiar química, solo para crear mi propio imperio de productos faciales—, no cambiaría ese afán estético-psicológico por la tranquilidad que siento ahora. Pero habiendo dicho eso, tampoco cambiaría nada por el aceite limpiador de DHC. Y... bueno, habiendo dicho esa otra cosa, creo que he traspasado esa necesidad de deleite visual a mi rincón de perfumes. ¡No lo puedo evitar, si yo soy curadora de cultura material y me gusta ver terequitos expuestos en filita!
Producto favoritísimo para llevar a una isla desierta...Tengo cinco tubos del UV Aqua Rich de Bioré en distintos espacios de mi existencia, desde el baño hasta la cartera, pasando por la oficina y la canasta en el vehículo. Combatir el efecto del sol en una isla tropical —poblada pero que muchas veces se comporta como desierta— es una misión que me tomo en serio.
Producto con hype que fue un total bluff... Todo lo de Tata Harper. Lo siento: hermoso el embalaje y la historia, pero eventualmente los efectos tan tenues no justifican el precio. Ahora, el único producto que se salva es la Resurfacing Mask... solo que los efectos son tanto más notorios con la sambumbia vampira de The Ordinary y con la Máscara Super Renovadora de Sallve, y a una fracción irrisoria del precio de los de Tatica.
¿Qué piensas de la gente que quiere agradar a todo el mundo? No pienso en ellos. *Sonido de bomba* *Cara de villana de telenovela mexicana*
¿Qué es lo que menos te gusta de la industria cosmética? Te dije que vivo en una isla poblada que parece desierta, ¿no? ¿Y viste que la marca local Solo Coquette es mayormente de productos capilares? Por un tema poscolonial, la dominicana suele enfocar sus energías en "domar" su melena para disimular cualquier ascendencia africana y proyectar éxito. No nos culpo: es, como dije, una situación causada por la herencia de la estructura de castas poscolonial. Eso entonces hace que una gran parte de la industria de la belleza quisqueyana enfile sus cañones hacia el comercio capilar. Yo me salí de esa maratón gracias a mi corte de pelo, pero entonces vi una realidad diferente en otro país con una condición fenotípica y poscolonial similar: Brasil. La industria capilar brasileña es monstruosa, pero también tiene una concomitante muy interesante: la de cuidado de pieles con varios niveles de melanina colocadas bajo climas tropicales. Esa marca que te mencionaba antes, la Sallve, representa ciertamente una salvación: solo hay que pensar que tienen un protector solar formulado para pieles pardas, mestizas y mulatas... ¡pero sin hacer tanto escándalo! Me hace sentir engañada el ver que producir para tonos con más melanina tenga que ser una categoría aparte, cuando sabemos que por economía de escala nos beneficiaríamos de que la investigación y el desarrollo quede distribuida entre todos los productos de marcas más masivas. Aquí nos llega puro producto francés y español, pensado para otro tipo de mayoría racial y climática. Por eso, lo que menos me gusta de la industria cosmética local es que se han enfocado demasiado en controlar el pelo y no tanto en celebrar la piel. A nuestros anaqueles les faltan productos. A nuestros anaqueles emocionales también.
Maravillosa reflexión. Ojalá hubiese una asignatura de inteligencia emocional en los colegios. A mí me ha costado la vida desvincularme de esos debería y tendría. Desde luego nunca es tarde, pero me habría ahorrado mucha amargura.
Qué grande eres Paloma. Me encanta leerte 💜