Recuento de píldoras y gominolas
O de cómo la nutricosmética, la fe y los autodiagnósticos son los tres ejes de un triángulo equilátero.
¿Funciona la nutricosmética? Si alguien conoce la verdad absoluta y es capaz de defenderla con argumentos convincentes, que hable ahora o calle para siempre. Es más, si crees que al terminar de leer este boletín saldrás con una respuesta más o menos esbozada, es mejor que dejes de leer ahora mismo y nos volvamos a ver dentro de quince días. Te prometo que para entonces abordaremos otro tema diferente.
Por más estudios que haya publicados (unos cuatrocientos en el repositorio de referencia médica PubMed), la sombra del marketing siempre pesará sobre todos esos productos, pildorazos, que aseguran que tu pelo será mejor, tu piel más tersa, tu ánimo más alzado y tu memoria increíblemente afilada.
Pongamos como ejemplo la suplementación con colágeno para mejorar la piel, que supone el 43% de las referencias de esta categoría cosmética al alza (mueve cuatro mil millones de euros al año y se espera que crezca a razón de 2,4% anuales en la próxima década). En 2021, una investigación llevada a cabo en la Northwestern University de Chicago (Illinois) apuntaba que aunque algunos estudios habían demostrado que efectivamente podía mejorar cualidades de la piel (como la elasticidad y la hidratación), los argumentos que se proporcionaban las marcas sobrepasaban cualquier evidencia respaldada por la literatura médica. Déjame traducírtelo, por si acaso: puede que tenga algún tipo de efecto, pero muy probablemente no sea todo lo que quien lo vende te dice que hace. Echa un ojo a la ficha del más famoso de España, el de Ana María Lajusticia, si quieres seguir buceando en esa línea de pensamiento.
Como bien me decía mi querida doctora Trasmonte (mi biblia médica, y cada vez la de más gente), que además es jefa del servicio de medicina estética de la Fundación Jiménez Díaz, la investigación que existe en esta materia aún es insuficiente. Es decir, se hacen pruebas sobre pacientes reales y se miden los resultados, pero la muestra nunca llega a ser lo suficientemente significativa.
Además, según en qué momentos, apunta a que automedicarse podría ser un error. Pone como ejemplo el fin de la edad fértil en las mujeres: “Esos suplementos deberían ser pautados por parte de profesionales especializados en menopausia (que ha sido un problema muy ignorado durante años): MAP, internistas, ginecólogos o médicos estéticos”.
Permíteme que continúe ejerciendo de altavoz para sus palabras, que considero mucho más autorizadas que las mías en esta materia. En su opinión, una alimentación adecuada debería ser suficiente para mantenernos alejados de los suplementos, pero si queremos usarlos no existe una contraindicación ni a corto ni a medio plazo. Entre mis amigas hay auténticas devotas de los triptófanos y la cúrcuma. Si eso fuera todo, estaría bien, pero en las farmacias y herbolarios venden muchas otras referencias como si fueran chucherías. Bueno, no es que lo parezca, es que a veces lo son, y con un packaging cada vez más seductor. ¿Has oído hablar alguna vez de los ositos de gominola para tener menos estrés y más paz interior?
Dejando a un lado lo extravagante que me resulta la idea de recurrir a dulces infantiles para tratar los síntomas de la ansiedad, he de confesar que soy tremendamente escéptica con respecto a algunos de los estandartes de la nutricosmética, que han hecho negocio con la fe inquebrantable de quienes confían en la capacidad de una pastilla diaria para mejorar la cara, el pelo, el hastío vital y hasta el exceso de grasa, porque de ahí a la homeopatía hay un paso.
En el armario cosmético de… Gosia Pajkowska
Conocí a Gosia hace mil millones de años, cuando los triceratops habitaban las calles y los medios de comunicación impresos aún tenían algún tipo de pulso sobre la actualidad. No recuerdo si yo trabajaba en Harper’s Bazaar o en El País. Ella seguro que estaba en Vente Privée, y ya desde entonces me pareció una diosa lístísima y encantadorísima. La vida nos fue acercando y alejando, hasta que el club de lectura que tengo con mis amigas la incorporó definitivamente a mi día a día. Bendito el momento en que ocurrió, porque uno no sabe lo mucho que necesita mentes brillantes y calmadas a su lado hasta que dispone de ellas on a daily basis. Desde que nos conocimos hasta hoy, nuestras vidas han dado varias vueltas de campana, ambas estamos en pie y también más jóvenes. Y no, yo tampoco soy capaz de escribir de memoria su apellido.
Háblame de las rutinas cosméticas de las que eres devota, las que pasan sin pena ni gloria por tu vida y de las que jamás te acuerdas. Tengo un verdadero TOC con la limpieza y es donde –con diferencia– invierto más tiempo, dedicación y donde diversifico con alegría y multiplicando los pasos desde el agua micelar (he gastado litros de Dermaclear de Dr.Jart), hasta el jabón, que tiene que hacer espuma (no tengo uno favorito, ahora uso uno de Saturday Skin), el peeling o el exfoliante (me declaro fan de los discos de Neostrata). Y Luna de Foreo, que es un fijo en mi rutina.
En los siguientes pasos trato de simplificar al máximo, no solo porque a mí piel el exceso no le sienta muy bien (experimenté con los múltiples pasos durante los meses de pandemia y su reacción fue: ‘Not this way, baby’). Tampoco tengo tiempo, paciencia y –por qué no decirlo– ganas para seguir la sofisticación de los mil pasos. Suelo ir a lo sencillo y que me funciona. Por la mañana no puedo vivir sin vitamina C y crema de ácido hialurónico (mi descubrimiento de verano es Hyalu B5 de la Roche Posay en textura gel). Por las noches Pure Niacinamide de la Roche Posay que alterno con retinol y en invierno alguna crema nutritiva con textura más untuosa.
Rutinas en las que fallo estrepitosamente: jamás me acuerdo de aplicarme un tónico, la hidratación de labios se me da regular y la de las manos la practico mucho menos de la que seguramente me iría bien.
Enumera tus básicos. La vitamina C me fascina y soy literalmente incapaz de no aplicármela cada día. He probado muchos formatos de sérum, las que más me gustan y utilizo son las ampollas de vitamina C pura. Me gusta la textura, y cómo le sienta a mi piel y relación calidad-precio. Uso ampollas de Martiderm, pero también me encanta el sérum de la vitamina C de Sunday Riley, si bien, por su precio es producto ‘caviar’ para mí.
En cuestión de maquillaje, no soporto las coberturas espesas y acartonadas, cada vez busco más ligereza y poco más que unificar el tono. Tampoco le dedico mucho tiempo y jamás he tenido paciencia ni destreza para las fantasías como contouring (admiro, sin embargo, quien lo hace bien), así que mi producto estrella es la CC cream de Erborian.
Me declaro, además, adicta a los sérums de pestañas. Soy rubia, con el marco de los ojos muy claro, y necesito darme un extra aquí. Del universo sérum pestañas diré que he probado varios, el que mejor me funciona es Lilash. Tiene un precio algo espantoso, pero el producto dura varios meses y hace que realmente crezcan las pestañas.
Finalmente, el sentido de olfato es uno de mis favoritos y soy un poco como Amaya Ascunce, me gusta oler bien hasta para dormir. Cambio mucho de perfume y mi nariz ha evolucionado en los últimos años, pero me quedo con los olores que me han hecho feliz como #S de Nasengold (oh, oh!), 001 de Loewe (ah!) o Zero de Comme de Garçons (oh!) y siempre, siempre, siempre le tengo mucho cariño y reincidencia constante a Chance de Chanel que es un olor con el que he pasado la década de los treinta y más allá y no me cansa.
Nutricosmetica, ¿mito o realidad? A ver cómo lo explico: el concepto me gusta, el fenómeno me atrapa, pero… tengo mis dudas que van y vienen. Como tu newsletter, me gusta mucho el enfoque de belleza in & out y creo muy seriamente en que la piel en la que vivimos es reflejo completo de lo que fuimos, somos y seremos. También soy muy fan de la ciencia y he vivido (o más bien sufrido) en la piel el efecto de los cambios interiores desde el maldito estrés, hasta alguna que otra deficiencia de vitaminas, hormonas o intolerancias. Dicho esto, las formulaciones milagrosas y virales de algunos suplementos, beauty shots o moléculas de glow me hacen dudar mucho. He probado algunos y los he enmarcado en mis beauty fails (uno de ellos con nombres y apellidos: the beauty molecule de Fountain, una cosa carisísima que pasó sin pena ni gloria por mi cuerpo. Y el fenómeno Olistic me pone un poco nerviosa). Los suplementos que me gustan: los de pelo de Cantabria Labs para otoño y sus cápsulas con Fernblock para el verano, o píldoras como el colágeno con Q10 de unos laboratorios pequeños. Si lleva ciencia detrás, bien, si es solo fenómeno TikTok, no, gracias.
¿Hay algo que no te guste de la industria cosmética? Mi carta frívola a los Reyes Magos sería que las etiquetas tengan letra más grande (¡gafas!) y expliquen de manera más simple el para qué. Y esto va vinculado a un tema más serio y es que la comunicación podría ser más sencilla y clara, pero divulgadora. Creo que como consumidores leemos mucho más y sabemos mucho más sobre belleza, pero sigo notando una brecha en cómo comunica la industria los productos y los ingredientes.
Y como una posdata de esta misma carta: el precio. Muchas veces me pregunto si el marketing está por encima del gasto de la formulación. Hay productos buenísimos (marcas ‘de farmacia’) con buenas formulaciones, el sello y expertise de laboratorios y otros productos de similar formulación que son categoría caviar. Y no hablo aquí de cosmética de lujo, sino de productos con retinoles, ácido hialurónico, vitamina C, etc.