Una estela olfativa cargada de recuerdos
De por qué mi rechazo a establecer un aroma personal fue la que realmente inspiró mi pasión por los perfumes
Tendría yo unos dieciséis o diecisiete años cuando un noviete de juventud me puso los cuernos delante de mis propias narices. Iba, como buena adolescente que está explorando los límites del mundo, literalmente bañada en mi perfume. Era Dune, de Christian Dior y no pude volver a usarlo. La asociación olfativa se hizo dolorosa (al principio) y humillante (más tarde). No me compensaba traer a mi mente esos recuerdos cada vez que vaporizaba aquellas notas ambarinas y dulces que, en realidad, eran cualquier cosa menos un perfume de adolescente.
En aquel momento no le supe poner nombre, ni entendí bien lo que había pasado. De hecho, pasé años intentando encontrar de nuevo mi aroma. Por mi neceser desfilaron, sin pena ni gloria, algunos iconos dosmileros (esta vez sí, más propios de la edad y de mi economía real) como Agua de vida, el corazón, la flor y el agua de Agatha Ruiz de la Prada, Chanson d’Eau…
Luego llegaron el periodismo de belleza, los viajes a las cunas de las fragancias, las puertas abiertas a charlar con los mejores perfumistas del planeta, la posibilidad de conocer de primera mano todos los lanzamientos, los armarios llenos de novedades… y por fin lo entendí todo. No podía encontrar un perfume al que declararle fidelidad porque me daba miedo que me ocurriese cualquier cosa que me hiciese repudiarlo. Así que me entregué con pasión al poliamor olfativo.
Desde entonces he probado todo tipo de fragancias y, aunque el hecho de rotar periódicamente unas treinta propuestas diferentes parece un poco caótico y disperso, me ha ayudado mucho más a conocer (y entender) mis propios gustos: no acumulo aguas de colonia porque me marea ese deje cítrico. Disfruto las flores blancas, pero me recuerdan demasiado a mi amiga A. y por eso casi no las uso (son suyas). Soy muy de la vieja escuela del ámbar, el almizcle y un pequeño poso de cuero y madera. Y, sobre todo, para despejar la duda de si tal o cual perfume me gusta o realmente no, duermo con él puesto. Es infalible.
¿Necesitáis nombres? Ahí van algunas vaporizaciones sin las que no podría vivir: Knowing, de Estée Lauder; el eau de toilette de Paloma Picasso; Happy, de Clinique (la única en la que mi nariz acepta el chispazo cítrico); el edp Panthère, de Cartier; Aqua Celestia, de Francis Kurkdjian; Rive Gauche y Opium (aunque, siendo tiquismiquis de verdad, de esta me gusta más la edición limitada de 2013), de YSL; Cuir de Russie, de Chanel… Podría seguir, pero no he venido aquí (solo) a aburrir.
El caso es que el año pasado yo ya estaba convencida de que había dominado el arte de conseguir que los aromas no me recordasen cosas. Y entonces nació mi hijo. Y me llevé al hospital, en esa célebre maletita que se prepara con tanta ilusión, un gel de baño de Mimosa de Lush con un aroma tan potente que al abrirlo parece febrero y ves el mundo en bolitas amarillas. Por supuesto, cuando lo he vuelto a usar, ya en casa, me ha transportado de nuevo a aquellos primeros e inconscientes días, cargados de una combinación explosiva de felicidad, cansancio, miedo y expectación. A diferencia de lo que me ocurrió con dieciséis años, ahora no quiero que ese envase se acabe nunca, porque encapsula de lo bueno, lo mejor.
Sea como fuere, me he acordado de todo esto que te cuento porque la semana pasada volví a formar parte del jurado de la prensa de los premios de la Academia del Perfume. Me ha hecho especial ilusión volver a ver a todas mis compañeras de medios y, sobre todo, tener ante mí las cuarenta mejores propuestas de perfumes de 2022. Porque, como sabes, los disfruto todos, no me caso con (casi) ninguno y estoy abierta a un romance de larga duración.
El armario cosmético de… Maddalen Marzol
Maddalen Marzol, un morro fino de la cosmética.
Voy a ser honesta: a Maddalen solo la conozco por redes, pero tiene dos cosas que me interesan mucho. La primera es una pasión desmedida por la cosmética nicho (regenta una tienda espectacularmente comisariada, en Donosti, que se llama Hunky Dory Laboratory) y la segunda es un gusto literario muy parecido al mío (diría que exquisito, pero igual solo es exquisito para mi paladar).
Háblame de las rutinas cosméticas de las que eres devota, las que pasan sin pena ni gloria por tu vida y de las que jamás te acuerdas (si mencionas algún producto concreto, mejor que mejor). Mi religión es limpiar e hidratar, creo que las rutinas constantes más que en los ingredientes milagrosos y soy totalmente devota de las buenas limpiadoras. Me encanta ir probando, cambiando de textura y disfrutar de los aromas dependiendo el momento del año. Ahora mismo estoy enamorada de las dos limpiadoras de la marca Elle Est Belle Beauty, una marca asturiana que acabamos de incorporar que tiene dos limpiadoras, mañana y noche, que se te va la olla del gusto.
Dime tres o cuatro básicos cosméticos sin los que no podrías funcionar. Lo cierto es que por mi trabajo me toca probar productos nuevos y aunque parezca paradójico, la vida no me da como para repetir tanto como quisiera. Pero algunos productos a los que siempre vuelvo son el Eye Balm de Grown Alchemist, el serum Super 16 de Oskia (es de los pocos con los que realmente he visto un cambio en mi piel) y el Lift Anti-Aging Peeling Soft de Perris Swiss Laboratory. Y luego siempre necesito tener un perfume tipo colonia de toda vida, fresca y seca, que pueda utilizar como comodín. Ahora mismo tengo el Grand Siecle Intense de Pierre Guillaume.
¿Qué valor o importancia tienen para ti los perfumes? ¿Cómo los elijes? ¿Crees que merecen el precio que tienen? Me cuesta definirlos porque lo que antes era afición, ahora es trabajo, un trabajo que adoro pero sí que han perdido cierta magia. Digamos que los considero objetos de culto, una fuente inagotable de sentirme mejor conmigo misma y hacer disfrutar a los de alrededor. Quizá por eso mismo les doy el valor de una obra de arte, aunque no puedo meter toda la industria en el mismo saco. Hay marcas que producen sus fragancias con mimo y materias primas exquisitas y otras que las sacan como churros. Me atrae mucho la coherencia de todo lo que te van contando con lo que estás oliendo, cuando un aroma es realmente especial, es maravilloso volver a sentir al máximo nivel esa magia o ilusión que inevitablemente se te desinfla un poco con los años. Aunque a veces es gracioso verme queriendo utilizar una fragancia que en teoría me parece lo más, como eligiendo a conciencia lo que quiero que un aroma diga de mí, y al final termino con fragancias olfativamente más simples que son con las que realmente me siento cómoda.
Respecto al precio que tienen, diría que en mi opinión algunos sí que lo tienen justificado y otros no. Hay muchas marcas que suben el precio como parte del marketing, para dar una ilusión de lujo. Pero la tirada de una marca que está en todos los aeropuertos no puede estar producida con mimo ni utilizando los mejores ingredientes, la exquisitez no da para tanto. En cambio si otra marca (o casa de perfumes) te dice cuántos perfumes quieres de la primera tirada de 35 unidades que va a producir, esa exquisitez adquiere otra coherencia. Y no lo digo por vender una idea de exclusividad, sino por poder disfrutar de productos que realmente están hechos con los mejores ingredientes. Llegados a este punto ya que cada uno tiene que decidir qué precio le pone a ese disfrute.
¿Qué es lo que menos te gusta de la industria cosmética? Nosotras intentamos poner el disfrute en primer lugar, sentirnos bien porque nos estamos cuidando y mimando. El otro día en un directo en Instagram a mi socia Eva le salió la frase “Nos tenemos que mirar menos y tocarnos más” y creo que ese es el camino a seguir. De la industria no me gusta que te estén señalando qué es lo que está mal, que que nos vuelvan pequeñas y dependientes. Si habláramos más entre nosotras nos daríamos cuenta que el 80% de los complejos son compartidos y aun y todo no somos capaces de asimilar que lo normal no es ese ideal de belleza y seguimos luchando por intentar alcanzarla. No quiero una industria que me prometa resultados, quiero una que nos haga sentirnos bien con la maravillosa materia prima que tenemos.
Háblame de Hunky Dory, ¿qué hacéis allí, desde cuando y por qué es especial? Pues Hunky Dory es un perfumería que abrimos Eva y yo en julio de 2015 con la intención de crear un espacio diferente, tanto física como online. Un lugar donde la gente se sintiera cómoda, feliz y donde pudieran encontrar productos de los que disfrutar. Conocíamos el mundo de las perfumerías nicho o de autor por dentro y por fuera y desde el principio tuvimos muy claro qué queríamos conseguir con Hunky Dory, que en definitiva no es otra cosa que nuestra perfumería ideal, esa a la que a nosotras nos gustaría peregrinar.
Poniéndonos técnicas lo que hacemos principalmente es buscar marcas, probar y quedarnos con aquellas que nos enamoran. El espacio físico es limitado por lo que esto nos lleva a ser muy selectivas. Cuando los productos que tienes en la estantería los has elegido con mimo y con un porqué, es mucho más fácil recomendar, asesorar y ayudar a la gente a encontrar aquello que están buscando. Tenemos muchas marcas que son muy poco conocidas pero al final creo que nuestro entusiasmo es contagioso y a estas alturas tenemos una clientela que confía en nuestro criterio. Creo que hemos demostrado que nosotras somos las primeras en tener el morro fino y que para que algo nos guste es que tiene que ser muy bueno. En definitiva, es precioso ver con qué ilusión viene y te recomienda la gente.
Eres una apasionada de la literatura ¿te animas a hacer un mashup de tu producto favorito de cosmética (o uno de ellos) con un libro? Hace años empecé con una amiga haciendo una especie de catas literias en las que poníamos perfume a los libros (una vez que le pierdes el miedo y te das cuenta de que es algo totalmente subjetivo es divertidísimo), por lo que me es inevitable el mashup. Uno de los últimos libros que más he disfrutado es La autopista Lincoln de Amor Towles, es una historia preciosa con personajes entrañables que me dio muchísima pena terminar. Y como olor le pondría alguna fragancia de D.S. & Durga, una casa de perfumes neoyorkina que sin duda es de nuestras favoritas. Quizá elegiría el perfume Mississippi Medicine, con su mezcla de maderas e incienso, muy con atmósfera de road movie por la América Profunda.
Te entiendo. Yo usaba Alessandro de’ ll Aqua. Dejaron de hacerlo y desde entonces ando perdida buscando mi perfume!!! He probado cientos, compro kits de muestra y nada… sigo buscando mi perfume que huela a jabón!!! Admito sugerencias….necesito sugerencias!!!! Gracias
¡Gracias por la parte que me toca!