Sueño con dormir
En busca de respuestas a mi propio descanso (alterado por la crianza) me encontré con una epidemia silenciosa de maldormidos.
Empecé a leer El mal dormir, de David Jiménez Torres, cuando mi bebé tenía cinco meses y se despertaba para comer cuatro o cinco veces cada noche. Lo hice por cuestiones laborales, pero la verdad es que recuerdo como un paradójico castigo conocer las batallas con el insomnio de una persona mientras yo hacía ímprobos esfuerzos cada día para mantener los párpados abiertos, fundidos de puro agotamiento. Había intentado atajar el clarísimo problema de sueño que estábamos atravesando en casa (la gata incluida) con Todos a la cama, de Álvaro Bilbao. La verdad, lo dejé a la mitad cuando entendí que toda su ‘medicina’ eran la paciencia y la espera. Un par de meses más tarde, absolutamente exhausta y arrastrándome por la vida como el fantasma de Canterville, tomamos la bendita decisión ejecutiva de contratar a una sleep coach que nos ayudó a enderezar la situación. Mano de santo. Resfriados y fiebres aparte, nuestra vida se ha vuelto más o menos funcional.
Bueno, todo lo funcional que puede ser el día a día de los padres de un niño de año y medio. Nos acostamos tarde porque aprovechamos para rematar los flecos de la jornada laboral cuando C. ha cerrado los ojos (20:30) y nos levantamos temprano porque él se encarga de cantarnos con su característica alegría las Mañanitas (07:30). Raramente encadenamos siete horas seguidas. Personalmente, nunca había dormido tan poco como este último año y medio y la mayoría de los días aún me sorprendo de lo bien que está respondiendo mi cuerpo y mi mente a este tipo de estrés. Más me sorprendo aún cuando veo a todo ese ejército de mujeres que hay a mi alrededor en la misma tesitura, muchas criando a dos y tres niños, sin perder jamás la sonrisa. Si las madres tuviéramos tiempo y aquel cuartito propio que reclamaba la Woolf, podríamos dominar el mundo. Ya te avanzo que nos quedaría más amable, más humano menos raro.
Si me preguntas si el pegar ojo está condicionado por el género, te tengo que decir que en parte sí. Alguna vez he leído que las mujeres necesitan más tiempo de sueño continuo que los hombres (unos diez minutos extra cada día) para que el descanso sea igual de reparador y que corremos más riesgo (un 40% más) de padecer insomnio, porque también recibimos el doble de diagnósticos de ansiedad y depresión (dos ‘desencadenantes’ habituales del insomnio). Los factores hormonales, según la SleepFoundation, son la cherry on top de nuestro cóctel argumentario del maldormir, siendo la menopausia un momento especialmente importante porque dejamos de segregar una hormona que ayuda a la conciliación del sueño. De la otra conciliación ni hablamos. No tengo pruebas pero tampoco dudas de que la carga mental sea una gran losa que nos impide contar ovejas plácidamente.
Personalmente, este tema me interesa desde que un runrún me martillea la cabeza insistentemente: ¿volveré a disfrutar como un lirón alguna vez en la vida o esa semivigilia que se nos instala a las madres justo después de dar a luz y nos impide descansar profundamente se quedará conmigo para siempre? Pregunto a mi alrededor y encuentro tantas respuestas alentadoras como frustrantes. Reviso lo que han publicado los medios y el panorama me parece desolador. Hace poco El País dedicó un editorial al asunto, lamentando que un 10% de los españoles sufren algún trastorno de sueño crónico y grave. Y que casi el 50% dormimos mal, especialmente las mujeres. Hablan de los horarios de trabajo, de las cenas que se alargan, del prime time a horas intempestivas… Con un niño pequeño, en estos momentos soy consciente de mi poco margen de mejora, pero los datos van allá de mi caso (y el de cada vez menos madres), se extienden a toda la población de todo el mundo. Es una epidemia silenciosa que nos convierte en zombis funcionales que caminan lentamente hacia otras enfermedades o una muerte prematura. Descansar adecuadamente no es un capricho, es una necesidad básica del cuerpo humano.
Ese editorial es en realidad la continuación de un reportaje que se publicó una semana antes en el mismo periódico, titulado Las mujeres en España duermen peor que los hombres y se medican más para lograrlo. Ahí constaté que no hay buen pronóstico para esta falta de descanso que me acompaña: la última encuesta de 40db para El País y la Cadena Ser revela que la calidad de sueño va mermándose a lo largo de la vida laboral, siendo la horquilla de entre 55 y 64 quienes peor relación tienen con su almohada. Mi niño tendrá quince años y probablemente yo seguiré desveladísima, más agotada aún y en una yincana hormonal que vete tú a saber qué sorpresas me depara. Can’t wait.
En el armario cosmético de Violeta Dávila
Violeta es una de las amigas más inteligentes, más lectoras (¡adora la poesía!) y más generosas que tengo. Tiene tres hijos, creo que duerme lo justo y aún así hace tiempo para quedar una vez al mes a desayunar en algún nuevo local de especialidad y venir con todas las novedades editoriales leídas. Llega también cargada con una sonrisa, buenas ideas y sabios consejos. Violeta es un regalo de la vida que podéis seguir por duplicado: en su cuenta de Instagram personal y la de la empresa que fundó con Patricia Villalobos y Cristina Rodríguez, BeCooltural, con la que organiza los mejores planes culturales de la Vía Láctea (el planeta Tierra se me quedaba corto).
¿Cuáles son tus rutinas de belleza? Tengo una rutina muy establecida. Ver que algo funciona es lo mejor para disciplinarse. Por las mañanas: limpieza facial, vitamina C, hidratación y protección solar (en verano o en Laponia). Por la noche, limpieza y retinol. Me he aficionado a la Jelly Cleanser de Quinque, porque es a la vez limpiadora y desmaquillante, y porque me deja la piel superrelajada. También me gustan mucho el aceite desmaquillante de SkinRoutine de Paloma Sancho. Para vitamina C y Retinol utilizo los de PAI, que siempre da garantía, y el Lumilixir (de Mabel + Meg) que me da mucha luz a la cara. Para protección solar en verano utilizo las de la marca australiana Standard Procedure, porque se absorbe super bien y no te deja la cara blanca ni produce efecto maquillaje. En invierno utilizo la crema hidratante de Yellow Skincare, que es SPF 50 y por el tono que tiene no necesito utilizar base de maquillaje. Me gustan los productos multifuncionales. Voy añadiendo cosas y probando, ya a más, pero esos son mis básicos. A diario no me maquillo prácticamente, pero siempre llevo quitaojeras (tengo tres hijos pequeños) y utilizo un gel que mantiene perfectamente a raya mis cejas rebeldes, Clear Brow Gloss, de BBB London.
¿Qué cosmética llevarías a una isla desierta? Crema hidrante con protección total, algún bálsamo labial, crema de manos de Benamôr y algún aceite corporal como el Vitality Oil de Rassa. Y un jabón suave multiusos.
¿Cuál ansiabas probar y te ha decepcionado estrepitosamente? Unas sombras de ojos de una marca cosmética que me gusta mucho, creía que iba a parecer muy cool y sofisticada y parezco un mapache.
¿Qué es lo que menos te gusta de la industria cosmética? El impacto que desgraciadamente sigue teniendo en el medio ambiente. Es algo que tengo muy presente al comprar un producto.
¿Qué importancia le das a dormir en tu día a día? ¿Crees que las mujeres dormimos menos? ¿en qué nos afecta? Las mujeres dormimos menos, es un hecho. Hay estudios. No le daba la importancia que merece el “buen dormir” hasta que no tuve hijos y estrés de verdad. Podría decir que me he acostumbrado a “mal” dormir pero estaría mintiendo como una bellaca. La responsabilidad pesa y quita el sueño. Me he mentalizado, eso sí. Y a veces ese tiempo de desvelo lo utilizo para leer.
Tiene guasa leer tu carta tras pasar la noche en vela por la verbena fallera que han plantado justo debajo de la casa de mi madre. Yo, por suerte, ni tomo café ni tengo problemas para dormir. Ahora bien, el día que duermo mal (como hoy) estoy para que me encierren en un zoológico y tiren la llave a un estanque. No me quiero imaginar cuando tenga hijo el monstruo en el que inevitablemente me convertiré…
Yo no tengo hijos pero si perros y gatos y cuando pasan mala noche soy yo la que se despierta siempre. Hay algo innato en la mujer. Mi marido duerme como un tronco y ni se entera si ha habido jolgorio por la noche.
Si, además, sumas la Menopausia, el tema dormir bien y de seguido para las mujeres a cierta edad cada vez lo veo más lejano.