La desconexión de la realidad es un mal que iguala a políticos, estrellas del celuloide, empresarios del IBEX-35 o deportistas de élite. No digo que disocien, que también es posible, sino que en sus burbujas de poder y lujos pierden cualquier atisbo de contacto con los seres humanos de a pie, los que sufren cuando está próximo vencimiento de contrato de su alquiler (porque eso significará renegociar y pagar mucho más), viajan en transporte público y saben la diferencia de precio entre una pistola, un mollete o una baguette.
Pues bien, más a menudo de lo que nos gustaría las periodistas de belleza no tenemos ni idea de lo que habría que pagar por nuestras rutinas cosméticas. Por eso podemos hablar, sin despeinarnos y sin necesidad de cambiar el color de los números rojos de nuestras cuentas corrientes, de cremas de noche de quinientos euros, perfumes de doscientos y hoteles en los que para alojarse una sola noche es preciso desembolsar una mensualidad del salario mínimo interprofesional. Efectivamente, esto sucede porque disparamos continuamente con pólvora del rey. No somos ricas, solo vivimos como si lo fuéramos.
Tenemos un disco duro que flipas (que diría Lucía Lijtmaer) de texturas, fragancias, eficacias y permanencias de de cremas, sérums, perfumes, labiales y hasta tratamientos faciales y corporales. Llevamos años probando TODO tipo de cosmética para convertirnos en esa Mariquita Pérez a la que sus amigas le preguntan cuál es el contorno que de verdad quita las ojeras. Somos capaces de identificar el rastro de La vie est belle a una manzana de distancia y si te has puesto bótox a escondidas ten por seguro que jamás lograrás engañarnos. Nuestras rutinas suelen ser abundantes, caóticas, irregulares, caprichosas. Abrimos todos los packagings. Olemos, probamos y, como a muchas nos ocurre con determinados libros, más a menudo de lo que nos gustaría los abandonamos a la mitad. Ahora, no nos hables de precios. No tenemos ni la más remota idea.
He acudido a Google a revisar y te puedo confirmar que ahora mismo en mi armario del baño hay una crema de Clé de Peau Beauté que cuesta casi mil euros y unas mascarillas nocturnas de Noble Panacea que suman otros doscientos cincuenta. Tengo un maravilloso extracto de Shalimar, de Guerlain; y fragancias que adoro de Cartier, Francis Kurkdjian, Sisley o Armani Privé. No quiero saber lo que suman. Disfruto muchísimo de toda esta cosmética, de su olor, de su textura, de su estela, del privilegio de poder cambiar las rutinas en función de mi estado de ánimo… Pero a veces me pregunto, ¿pagaria todo ese dineral? La respuesta honesta me la ahorro, pero tú también la sabes.
Hablo de una nimiedad cuya importancia se aplifica cuando te conviertes en recomendadora de cosmética. Cuántas veces me han preguntado si merece la pena el secador de Dyson o el UFO de Foreo (respuesta corta, y tan gallega como yo: depende). Más de una vez he tenido que calibrar la conexión para que no me falle el wifi de la sensatez. La carcajada de mis amigas si les dijera que se tienen que comprar la crema de Clé de Peau Beauté para mejorar sus líneas de expresión se oiría hasta en la cara oculta de la luna.
En el armario cosmético de… María López Villodres
La periodista María López Villodres es un fenómeno de la naturaleza. Comparte tierra con Marisol (la niña cantante, la actriz infantil, la mujer rebelde en busca del anonimato), y también como ella se ha aventurado en los mundos de la música. Primero en un grupo, luego aprendiendo a tocar la guitarra. Porque el orden de los factores no altera el producto si tienes una manicura tan perfecta como la suya. Siempre es un placer estar con ella, que no es un personaje público porque no quiere (anécdotas maravillosas no le faltan). El talento es todo suyo.
Háblame de tus rutinas cosméticas… Nos ha llegado el turno a las vagas del skincare. A pesar de lo mucho que me gustan los bodegones de tarritos en el baño, rara vez les doy el uso esperado. Lo único que sí consigo ponerme a diario son el tónico y la crema hidratante, aunque con anarquía horaria. Siempre después de la ducha mañanera, pero por la noche la cosa se complica. Como no me ilusiona hacer research, y por suerte mi algoritmo lo ha pillado, acabo mendigando opiniones a mis amigas. Todo lo que uso pasó primero por sus neceseres.
El limpiador facial que tengo desde hace unos años es el Face Mask & Scrub de Gallinée, que también es mascarilla. Tónicos he probado varios, pero siempre acabo volviendo al Tea Tree Water de Lush: antiséptico, refrescante y nada pegajoso. Con la hidratante tengo una asignatura pendiente, encontrar alguna con un factor alto de protección, ligera y que pueda usar todo el año (¿qué es eso de ponerse protección y después otra crema?). Ahora estoy usando la Crème Fraîche de Nuxe, me gusta bastante la textura e hidrata muy bien, pero sé que es un idilio pasajero.
Respecto al maquillaje, llevo toda la vida usando el mismo corrector en crema de Mac y así será hasta el fin de sus días, y eso que llegué a probar el Touche Éclat. Con los labiales estoy en un momento de transición, he usado mucho tiempo el Toulouse Soft Matte Lip Cream de NYX pero, además de que parece que los están retirando, últimamente veo que me deja el labio muy rosa. Me estoy pasando a Glossier, mezclando un par de barras marrones y una roja que me regalaron. Resecan un poco pero lo compenso con el reparador labial Aquaphor de Eucerin, qué bien cuando compras algo que cumple con lo que promete. Ya voy por el segundo tarro.
Con el asunto perfumes sí soy constante. No puedo no echarme, incluso si me voy a quedar en casa. Me pongo el Body Mist Fleur de Mimosa de &Other Stories, me gusta mucho que exista en dos tamaños porque el pequeño lo meto en el bolso o lo llevo cuando viajo. A principios de enero me compré también por primera vez la versión Eau de Toilette de la misma fragancia. Acaban de rebrandear toda la gama de cosmética y perfumería de la tienda y me dejé llevar por la belleza del frasco.
Champú uso el del súper. Después de un año con el Rice&Wheat de Kielh’s, para dar volumen, llegué a la conclusión de que no merece el desembolso. Ahora uso la línea de aceite de argán de Deliplus.
Producto favoritísimo para llevar a una isla desierta. Más que favorito, necesario: no iría sin protección solar. Mejor si es en espray y ligerita. Me gusta la Hydro Lotion de Isdin pero es muy cara, así que suelo comprar la de Hawaiian.
Producto con hype que fue un total bluff. Olaplex. Lo compré un par de veces durante la pandemia, ¿alguien sigue usándolo?
¿Cuánto gastas al mes en cosmética? ¿Qué cantidad te parecería una locura de gasto? No tengo un gasto fijo. Voy comprando cosas según se me acaban. Eso es algo con lo que sí me he puesto seria: no compro un producto nuevo si tengo alguno similar sin terminar. Lo bueno de la inconstancia es que las cosas duran muchísimo.
¿Qué es lo que menos te gusta de la industria cosmética? Que nos la hayan colado como una necesidad. Tiene que ver con la pregunta anterior: pensar en cosmética como un gasto fijo mensual. Me molesta especialmente todo el halo pseudoespiritual asociado al uso de esos productos y a las rutinas de belleza. Hacer ceremonia de ponerse un sérum o echarse unas gotitas de ácido hialurónico no es autocuidado. Me encanta tomarme un rato para mí, darme una ducha sin prisas y al salir embadurnarme en loción, pero creo que los poderes de una crema son limitados.
¡Qué gusto leer a alguien honesto en este tema!
A mí me interesa mucho pero es muy difícil encontrar un lugar/web/blog/persona humana del que fiarte porque todo el tiempo te crean necesidades y, claro, resulta que, en realidad es publicidad.
Gracias, Paloma.
¡Qué maravilla! Me encanta cómo has puesto sobre la mesa esa desconexión tan real entre el lujo y la cotidianidad, pero desde un punto de vista fresco y auténtico. Además, el tono irónico y cercano con el que describes las rutinas y los productos de belleza hace que cualquiera se sienta identificado, aunque no tenga un sérum de 500€ 👏✨